Vida y milagros de la cinta picolina

Ondulina, picolina, diente de ratón… Nombres y etapas de esta mítica y folclórica cinta que vuelve a pisar fuerte.

Hace unos días en nuestro perfil de Instagram publicamos foto de nuestra picolina y nos dimos cuenta de que, a parte de ser un material con infinitas facetas y usos, tiene también distintos nombres: ondulina, picolina, diente de ratón, … pero lo que más nos fascina de esta cinta en forma de zigzag es las muchas vidas que ha vivido al largo de sus años de historia desde sus orígenes.

Empecemos por su definición, la cinta picolina es una cinta plana trenzada en forma de zigzag que se usa y se ha usado a lo largo de la historia como elemento ornamental tanto en decoración como en moda.

Su origen se remonta en la década de 1860 y se le conocía como “trenza ondulada de encaje” y es que antes de que apareciera la máquina de trenzar ya se confeccionaba a mano.

Durante la década de 1890 las costureras estadounidenses utilizaban la picolina importada de Europa para adornar vestidos, delantales y ropa de cama.

Unos años después la popularidad de la ondulina cayó en picado y no fue hasta 1910 que su popularidad fue in crescendo gracias a publicaciones como la de Nufashond que instruía como compaginar la ondulina y el trabajo de crochette para aplicar en cuellos, puños y otras partes de prendas.

Más adelante, en los años 30, 40 y 50 con la recesión de entreguerras fue una cinta súper útil para embellecer los austeros vestidos femeninos que principalmente se hacían aprovechando la tela de los sacos de algodón estampado que contenían harina y pienso. Esta tela de los sacos servía también para confeccionar cortinas y colchas, por lo que la picolina iba muy bien para los acabados. Así que ya sabéis de donde viene la típica imagen del vestido prairie con estampado floral que tanto nos gusta en veranito…

Lo que paralelamente sucedió en los 40 y los 50 en México y algunos países del centro y Sudamérica es que la influencia de los westerns se mezcló con los atuendos folclóricos y la picolina obtuvo un papel destacado, sobretodo en faldas largas para bailar donde todavía hoy se cosen metros y metros de esta cinta ondulada en variedad de tonos creando así un espectáculo lleno de alegría y color…

Durante los 60 con el pop art, los vestidos rectos y las faldas cortas, las marcas de moda joven encontraron en la picolina el aliado perfecto para hacer unos acabados consistentes, ocultar costuras e incluso jugar con contrastes de color. Una década más tarde, en pleno apogeo del movimiento hippie y, por consiguiente, el resurgir del folk, la ondulina no hizo más que ver crecer su popularidad para ribetear casacas y chalecos inspirados en prendas tradicionales de países del Este de Europa, como el chaleco bordado del panel, típico de Polonia.

En los ochenta el soutache y la pasamanería acapararon la escena de las cintas y ya con el minimalismo de los noventa y el nuevo milenio parecía que la picolina iba a desaparecer. Pero de repente, hace cosa de pocos años, con tooooda la movida boho ¡sorpresa! la picolina reaparece y con fuerza (nos encanta la imagen de la derecha del desfile de Zimmermann, marca australiana que apuesta fuerte por esta cinta) y a todo esto se le añade la nueva hornada de diseñadores que apuestan por la artesanía y reinventar lo tradicional… y es que nos encanta como una cinta puede dar tanta personalidad a cada prenda…

¿Te atreves a reinventar la picolina, ondulina o diente de ratón?

¡Imaginación al poder!